¿Cómo salir del subdesarrollo?: una batalla intelectual por venir
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Hay pocas cosas tan interesantes como la forma en la que se construyen los consensos intelectuales sobre temas que tienen consecuencias públicas muy precisas. Un ejemplo ilustrativo son las discusiones e interpretaciones que se hacen de cómo funciona la economía de distintos países y a qué se debe su éxito o fracaso. Desde finales de los años ochenta existe un debate sobre “el modelo de desarrollo del Este Asiático”. En un controvertido artículopublicado en 1996, Robert Wade narró la disputa intelectual y política dentro del Banco Mundial sobre la publicación del reporte “The East Asian miracle : economic growth and public policy” (1993). Por un lado los economistas más fieles al paradigma neoliberal y los intereses de Estados Unidos intentaban hacer una interpretación que no reconocía el rol que jugó el Estado en el desarrollo de países como Japón, Corea del Sur, y Taiwán. Por el otro, los representantes del gobierno japonés, que financiaban una parte del proyecto, estaban comprometidos a demostrar qué era lo que habían hecho los países del Este Asiático, en particular la importancia del Estado en la economía, y como podía ser una lección para otros países en desarrollo.
En los últimos años, esta disputa intelectual se ha hecho más visible a partir de las consecuencias poco halagadoras de lo que se conoció como el Consenso de Washington, y lo que parece el despegue económico de países que han seguido políticas de desarrollo económico poco ortodoxas, como China e India. El caso de China es el que más llama la atención no sólo por el tamaño de su economía y su ritmo de crecimiento, sino porque es la más heterodoxa de todas. Por lo tanto es probable que entre más éxitos económicos acumule China, y más se estudien las decisiones y política públicas de su gobierno, más reviva la discusión sobre las mejores políticas que pueden asumir los países para salir del subdesarrollo.
En el número de hace dos semanas de la revista The New Yorker publicaron un perfil de Justin Yifu Lin, economista chino que fue nombrado el economista en jefe del Banco Mundial (en un comentario a un post anterior sobre el Premio Nobel de economía, un lector hizo énfasis en reconocer la importancia de los economistas de las “economías emergentes”). En dicho perfil, se explica como Lin no es un economista convencional. Originalmente educado en China, en la escuela marxista, hizo el doctorado en la Universidad de Chicago, reconocida por ser una escuela de economía particularmente liberal. En el texto de The New Yorker, cuentan que cuando a Lin le preguntan si es marxista o fundamentalista de mercado, contesta “una combinación”. Y sí, es una combinación poco común.
Sin embargo, tal vez lo que mejor define el enfoque chino frente a la economía, en el que hay empresas estatales que compiten exitosamente, controles de precios, derechos de propiedad ambiguos, y sectores abiertos al mercado internacional más competitivo, es un método de experimentación gradual:
El modelo que crearon sobrevive hasta hoy: una “economía en jaula de pájaro”, como le decía Chen Yun, suficientemente amplia para que el mercado pueda prosperar, pero no tan libre como para que se escape.
De todos los principios el más importantes fue la voluntad para experimentar y adaptarse…Las reformas en China no tuvieron planos. La estrategia, como lo dijo Chen Yu, fue “cruzar el río metiendo el pie para sentir las piedras”.
La presencia de Lin en el Banco Mundial probablemente sea una buena noticia para los países en desarrollo que están dispuestos a experimentar, pero sobre todo para hacer más viva una discusión que en ciertos momentos parece repetitiva sobre el papel del Estado y del mercado en las economías.
Justo hace un año Justin Yifu Lin vino a México, a un foro organizado por el Banco de México, donde presentó un documento en el que comienza diciendo:
La historia del desarrollo económico durante la última mitad de siglo, ha sido frecuentemente una historia de decepciones. Pero también hay algunas historias de éxito. El contraste en las estrategias económicas y el desempeño entre países en desarrollo ha sido intrigante para los economistas. Por un lado, muchos países que siguieron las teorías económicas dominantes de su época para formular sus políticas, fracasaron en cambiar sus estructuras económicas y en reducir la distancia con países industrializados. Por otro lado, otros países como Japón y los cuatro dragones (Corea, Singapur, Taiwán, Hong Kong), empezaron de fundamentos agrarios bajos, escalaron rápidamente la escalera industrial y lograron la convergencia en términos estructurales y de nivel de ingreso con los países industrializados avanzandos para los años ochenta. De la misma manera, China, Vietnam, y Mauricio lograron crecimiento rápido y sostenido siguiendo un enfoque de transición gradual hacia una economía de mercado en los años noventa, en vez de la terapia de shock recetada por el Consenso de Washington.
En un documento más largo, documentado y preciso (y no muy complicado para no economistas), Lin y Monga, argumentan que el Estado a lo largo de la historia, en básicamente todos los países que hoy son desarrollados, ha jugado un papel fundamental. Entre otras cosas hablan de la importancia de identificar la ventaja comparativa de un país, proveer información, compensar externalidades, saber escoger a los “ganadores”, y construir infraestructura:
Los mecanismos de mercado pueden no ser suficiente y el gobierno tiene un rol potencial que jugar al ayudar a las empresas a superar varios problemas de información, coordinación y externalidades que surgen inevitablemente del proceso de crecimiento económico moderno.
La evidencia histórica muestra que todos los países que con éxito se han transformado de economías agrarias a economías avanzadas –incluyendo los viejos poderes industriales en Europa Occidental y Norte América, así como las nuevas economías industriales del Este Asiático– tuvieron gobiernos que jugaron un rol pro-activo al ayudar a empresas individuales a superar problemas de coordinación y externalidades en el procesos de transformación estructural. De hecho, los gobiernos en países de alto ingreso siguen jugando ese rol.
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