PROYECTO INDÍGENA DE NACIÓN
POR UN ESTADO PLURINACIONAL DEMOCRÁTICO EN MÉXICO
MOVIMIENTO INDIGENA NACIONAL (MIN) México SEPTIEMBRE 2010
CONTENIDO
I) 7 TESIS POLÍTICAS SOBRE LA RELACIÓN HISTÓRICA DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS CON EL ESTADO NACIONAL MEXICANO
II) FUNDAMENTOS HISTÓRICOS
III) POR UNA RELACIÓN POLÍTICA DEMOCRÁTICA E INTERCULTURAL
IV) REFUNDAR EL ESTADO-NACION
HACIA UN ESTADO PLURINACIONAL DEMOCRÁTICO EN MÉXICO
I) 7 TESIS POLÍTICAS SOBRE LA RELACIÓN HISTÓRICA DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS CON EL ESTADO NACIONAL MEXICANO
El Proyecto Indígena de Nación del Movimiento Indígena Nacional plantea 7 Tesis políticas sobre la relación histórica de los Pueblos Indígenas con el Estado Nacional mexicano:
1.- La invasión española no solo derrotó militarmente a las naciones indias originarias, sino que pretendiendo destruir consiguió interrumpir nuestro proceso civilizatorio milenario para dominarnos étnica, cultural y políticamente.
El medio para lograr este fin fue la cooptación o asesinato de los líderes político y espirituales, la cooptación o asesinato de nuestros sabios y maestros, la destrucción de los códices que contenían el conocimiento científico y el acervo cultural milenario, la destrucción de nuestros centros ceremoniales y administrativos, la destrucción de nuestras escuelas y el mayor genocidio conocido por la humanidad: en tan solo 65 años de invasión los españoles asesinaron o provocaron la muerte de 24 de 25 millones de habitantes originarios.
2.- El Proyecto de Nación emanado del Movimiento de Independencia concibió y definió a México como una Nación Única. Las nuevas instituciones nacionales, políticas públicas y planes de gobierno se construyeron pensando que la sociedad mexicana era Monocultural y Monolingüe. En lo sustantivo nada cambió para los Indígenas, la esclavitud continuó al menos 100 años más
A pesar de que los Pueblos Indígenas eran el 80% de la población nacional, los dirigentes políticos de la independencia -por racistas en su mayoría o por soberbios e ignorantes- no tuvieron voluntad política para reconocer la existencia de los Pueblos Indígenas como sujetos políticos con personalidad jurídica en calidad de Tribus, Pueblos y Naciones originarias; no tuvieron la sensibilidad política para respetar nuestra diferencia étnica y cultural y garantizar nuestra integración a la Nación sin perder nuestra identidad. La solución encontrada fue algo mucho más simple: solo nos ignoraron.
3.- A principio del siglo XX la población indígena seguía siendo una mayoría étnica en México, no obstante, los líderes políticos de todas las facciones revolucionarias pactaron un nuevo Proyecto de Nación perfilado en la Constitución de 1917 que más allá de los derechos sociales ahí consagrados -que si fueron motivo de enormes discordias-, ratificó el Modelo de Nación Única ( Monolingüe, Monocultural y ahora también Monoétnico,), con lo cual consciente y políticamente toda la clase política de la época se unificó para volver a excluir a los Pueblos Indígenas de la Nación mexicana y su Estado.
En la constitución de 1917 no se reconocía ni siquiera la existencia física de nuestros Pueblos Indígenas. Las leyes, las instituciones, las políticas públicas, la cultura y la educación se construyeron negando la diversidad étnica y cultural que era México.
Por eso, los doscientos años de independencia de México han significado para nuestros Pueblos Indígenas doscientos años de sobrevivencia en calidad de extranjeros en nuestra propia tierra. Han sido doscientos años en los que el Estado mexicano nos ha impuesto una condición de dominación étnica, cultural y política.
4.- A fines del siglo pasado el Estado Mexicano se dio cuenta que necesitaban construir una identidad nacional que le diera sustento cultural y espiritual a la Nación. Cien años de independencia no le habían aportado a México elementos identitarios propios. Éstos se encontraban en el mundo indígena anterior a la invasión española, en su pasado milenario y en el acervo cultural indígena del presente. Primero el Porfirismo se empeñó en rescatar los elementos culturales prehispánicos y luego los políticos triunfantes de la revolución le dieron continuidad a ese proceso de rescate arqueológico hasta formular en 1948 una política de Estado en materia indígena etnocida denominada Indigenismo consistente en aculturizar a nuestros Pueblos Indígenas para integrarlos como verdaderos mexicanos y al mismo tiempo expropiarles sus elementos culturales para dotárselos a la Nación mexicana que ahora -según sus estadísticas poco creíbles- era mayoritariamente mestiza.
5.- La reforma constitucional federal de 1992 creó el artículo 4 en el cual -después de 75 años- se reconocía que existían los Pueblos Indígenas y más aún que eran el “sustento originario de la nación”. Esta reforma obligada fue la precondición para que el Senado de la República pudiera ratificar el “Convenio 169 de la OIT sobre Pueblos indígenas y Tribales en países independientes de 1989”. Con estos novedosos elementos constitucionales se inauguró en México una nueva etapa de dominio y manipulación étnica, política y cultural sobre los Pueblos Indígenas por el Estado mexicano.
Es una nueva etapa de simulación en la que el Estado alardea de reconocer derechos indígenas pero en realidad en ningún caso la constitución federal o estatal reconoce a los Pueblos Indígenas como el Sujeto del Derecho Público, de modo que los “derechos” mínimos ya consagrados son letra muerta pues no existe el Sujeto del Derecho que pueda ejercer tales derechos.
Los Pueblos Indígenas son realmente existentes pero jurídicamente inexistentes pues el Estado mexicano se niega a reconocernos personalidad jurídica como Sujetos de Derecho Público.
6.- Refundar a la Nación es ya una demanda nacional de todos los sectores sociales y políticos del país y en eso coincidimos los Pueblos indígenas y sus organizaciones. Pero esta refundación no puede ni debe ratificar el modelo de Nación Única.
Los Pueblos Indígenas tenemos el derecho a reconstituirnos como las Naciones florecientes y cultas que éramos antes de la invasión española, exactamente del modo en que la Nación mexicana tiene el derecho a reconstituir su tejido social, a repensar su democracia representativa, a corregir sus formas de ejercicio del Poder Público y a mejorar su modelo de Desarrollo nacional.
Construir una genuina Unidad en la Diversidad étnica y cultural debe sintetizar las aspiraciones de los Pueblos indígenas y de la Nación mexicana; tal Unidad en la Diversidad debe expresarse en un modelo de Nación Democrática en la que coexistamos indígenas y no indígenas en condiciones de pluralidad jurídica, de respeto a la identidad étnica y a la diferencia cultural. Para conducir a México hacia este proyecto de unidad nacional de nuevo tipo, el Estado mexicano deberá refundarse como un Estado Plurinacional Democrático.
Los Pueblos Indígenas queremos seguir siendo mexicanos pero sin perder nuestra identidad y a partir de nuestras propias instituciones y políticas de autodesarrollo.
7.- Este nuevo modelo de Nación tiene que regirse por relaciones políticas democráticas de nuevo tipo en las que los intereses de “lo público” y/o comunitario y la intolerancia a la corrupción e impunidad normen el marco jurídico nacional, la ética política y la vida institucional de la nueva Unidad en la Diversidad.
La Nación mexicana multicultural que hoy se proclama, no será una farsa -como lo es ahora- si se refunda al Estado mexicano como un Estado Plurinacional Democrático que mandatado por una nueva Constitución reconozca y reglamente: A) a los Pueblos Indígenas del país como Sujetos de Derecho Público, con personalidad jurídica, territorio y patrimonio propio; B) que los Pueblos Indígenas forman parte del Estado Plurinacional Democrático y la Nación mexicana en condiciones de autonomía y libre determinación, que por este derecho fundamental los Pueblos indígenas tiene derecho a reconstituir: a) un Territorio en donde ejercen una soberanía relativa, b) un Gobierno autónomo, c) una Ley propia que regula su convivencia interna, d) una Lengua materna, cultura e identidad propia con derecho a recrearla y reproducirla de manera autónoma y e) una Espiritualidad que libremente se dan a sí mismos; C) el derecho de identidad étnica de la persona indígena, a portarla con dignidad en documentos oficiales y que en adelante se nos denomine por nuestro gentilicio de conformidad con nuestra Lengua Materna y ya no se refieran a nosotros genéricamente como indígenas; D) a las Autonomías Indígenas como un cuarto piso de poder en la estructura política del país; E) un nuevo marco jurídico nacional que se define como de Pluralidad Jurídica (coexistencia del Derecho positivo y el Derecho indígena) y F) la participación de los Pueblos Indígenas -de manera representativa y mandatada y sin la mediación de los particos políticos- en los tres Poderes del Estado.
Así, de manera autónoma y libremente determinada los Pueblos Indígenas recuperaremos –en el marco del Estado y la Nación mexicana- el poder de decisión sobre nuestro propio destino al que tenemos derecho.
Tlacatenco Julio Atenco Vidal
Xalapa de Enríquez enero 2011
II) FUNDAMENTOS HISTÓRICOS
1.- La Nación mexicana se encuentra en un momento histórico de confluencia de una severa crisis económica recurrente, de una profunda crisis de representatividad política y de una terrible crisis social o descomposición social.
Este escenario ha sido posible debido a décadas de mal gobierno de una clase política ambiciosa que mediante el control del Estado ha sido capaz de institucionalizar su corrupción y amasar enorme fortunas con el erario público; que –violando la constitución hasta el cansancio- ha protegido los intereses del capital nacional y extranjero, en detrimento de los derechos de los trabajadores, de los intereses de la Nación y de la soberanía del país; que administra la pobreza con fines electorales, que mantiene una relación incestuosa con la delincuencia organizada; que impuso un sistema de gobierno policiaco mediante el cual sistemáticamente ha procurado desmantelar a las organizaciones sociales independientes y que administra la violencia institucional para eliminar o cooptar a líderes sociales o políticos opositores y criminaliza la protesta social para reprimir la disidencia. El llamado Estado Social de Derecho, producto de la Revolución de 1910, muy pronto fue sustituido por un Estado Mafioso.
Esta es una parte de la terrible historia que hemos vivido y compartido los Pueblos Indígenas con la sociedad nacional no indígena los últimos 80 años.
2.- Pero la historia de violencia y agravios del Estado y su clase política en contra de nuestros Pueblos originarios de México es aún más atroz. Por 500 años hemos sufrido el genocidio del Estado que ha destruido físicamente a Pueblos Indígenas enteros; hemos padecido el etnocidio del Estado que ha destruido centenares de culturas originarias (desarticulando a nuestras sociedades, eliminando nuestras leyes e instituciones propias para apropiarse de nuestro patrimonio cultural e identidad milenaria); sufrimos del Estado y de malos mexicanos un permanente despojo de nuestras tierras, territorios y recurso naturales; sobrevivimos a pesar de la explotación que como esclavos vivieron nuestros abuelos en la colonia y al menos durante los primeros 100 años del México independiente; sobrevivimos en condiciones de negación étnica, de opresión política, de desprecio racista y una política de Estado que nos segrega y margina política, cultural, social y económicamente de la Nación mexicana.
Nuestra historia de vejaciones no se explica solo en el neoliberalismo o de otras formas del capitalismo moderno. Tiene su origen en la invasión española en 1521 (de su Estado feudal y mercenarios) y tiene continuidad y refinamiento con el nacimiento y consolidación del Estado mexicano.
El modelo civilizatorio anahuaca o mesoamericano de nuestros ancestros se fue configurando a lo largo de unos 40,000 años, el tiempo que tiene el ser humano de haber llegado a este continente. Nuestros antepasados encontraron una manera propia de entender el espacio y el tiempo y así construyeron una cultura-civilización originaria.
De hecho –hoy se sabe- únicamente en seis lugares se encontraron maneras propias de vivir el tiempo y el espacio: Egipto, Sumeria, China, India, los Andes y el Anáhuac. El modelo cultural que trajeron los españoles fue el originado en Egipto y Sumeria.
Todo el saber anahuaca, tanto el científico, el tecnológico, como del hombre su lugar en el universo y su relación con Dios, el dador de vida, fue generado, conservado y enriquecido a través del sistema educativo anahuaca. Ahora es por todos reconocido que en tiempos de la invasión española, las civilizaciones Anahuacas eran mucho más avanzadas que las europeas en muchísimos campos del saber científico.
La invasión española como un depredador acabó con nuestro sistema educativo: cooptando o matando a los tlamatinis y destruyendo sus centros educativos. Lo más notable de esta pérdida fue la quema de todas las bibliotecas que contenían la sabiduría anahuaca, una sabiduría acumulada por el esfuerzo de muchas generaciones durante milenios.
Los pocos tlamatinimeh 'tlamatinis' guías o como diríamos ahora “maestros” que escaparon con vida se fueron a lugares apartados, generalmente montañosos, y transmitieron su saber en diferentes localidades. Al romperse la continuidad educativa y cultural anahuaca en general, se perdió no únicamente el hablar armonizante sino también el avance de nuestra civilización anahuaca.
La quema de las bibliotecas de Tenochtitlan y Texcoco aun horroriza a cualquier ser humano medianamente educado. En este acto de barbarie desapareció mucho del saber científico de la antigua Anáhuac.
La imposición de la religión católica apostólica y romana a los antiguos anahuacas fue el corolario de la esclavitud, y representó la pérdida de la libertad educativa, de pensamiento y manifestación espiritual de que gozaban los anahuacas. A los grilletes de pies y manos de nuestros abuelos se sumaron los grilletes al pensamiento y espiritualidad de las siguientes generaciones por 500 años.
La destrucción de nuestra élite gobernante, científica, intelectual y espiritual, así como el sistema institucional y normativo de nuestros ancestros fue solo el principio del genocidio y etnocidio que la humanidad jamás haya visto. Los liderazgos políticos o religiosos podían sustituirse en breve tiempo, pero sería imposible recuperar el conocimiento milenario destruido por la ignorancia, barbarie, vulgaridad y avaricia española. La invasión hundió a nuestras sociedades en la oscuridad.
El mundo actual se horroriza de la masacre de 6 millones de judíos a manos de los nazis. Pero no se atreve a mirar y menos enjuiciar el genocidio, la masacre de más de 20 millones de antiguos mexicanos causada por la espada, las enfermedades y la desmedida ambición española durante tan solo los primeros 60 años de la invasión. El mundo también se niega a mirar y cuestionar el etnocidio del Estado mexicano por haber combatido militarmente a unos Pueblos hasta casi su exterminio y haber pauperizado, aculturizado y asimilado a otro, todo lo cual finalmente logró la desaparición de más de 200 Pueblos-Culturas en todo el territorio nacional.
El exterminio y asesinato de millones de nuestros abuelos y abuelas indígenas, la destrucción de nuestras instituciones políticas, sociales y culturales, la dominación espiritual y el saqueo ininterrumpido por 500 años de nuestras tierras, territorios y recursos naturales constituyen un CRIMEN DE LESA HUMANIDAD. Así, dramáticamente se interrumpió nuestro proceso civilizatorio floreciente de 40 000 años.
Nosotros perdonamos, pero no olvidamos.
3.- En tiempos de la Independencia de cada 10 mexicanos 8 eran hablantes de alguna lengua originaria. Fueron mártires y sangre indígena anónima derramada a caudales. A ellos el Movimiento Indígena Nacional les recordará con respeto y les rendiremos tributo permanente.
No aceptamos que se identifique a estos mártires solo como “pobres” o “desposeídos”, porque con eso se quiere evitar reconocer que este sacrificio humano, en su inmensa mayoría, fue de nuestros ancestros indígenas. Los mexicanos deben saber que las masas revolucionarias de la independencia eran mayoritariamente indígenas y de ellos fue la mayor cuota de sangre para lograr la independencia de España. Esta es una deuda pendiente que tiene México con los Pueblos Indígenas.
4.- Se pidió el concurso de los indios para engrosar los ejércitos insurgentes y respondiendo al llamado se movilizaron como Pueblos, Tribus y Naciones generosamente y ofrendaron su vida esperanzados en lograr un cambio verdadero que restituyera sus territorios y respetara sus formas de vida y de gobierno interno (que ahora llamaríamos autónomo) en justa coexistencia con los nuevos mexicanos... Pero el pago fue la traición.
Las realidades e intereses de indios y criollos eran muy diferentes. Mientras que éstos últimos estaban en un conflicto con sus parientes españoles por poder y riqueza, nuestros ancestros indígenas vivían en conflicto permanente con españoles y criollos por la Invasión a nuestros territorios, la Explotación esclava, el asesinato alevoso y masivo y el Dominio político de que éramos víctima por 300 años... Sin embargo, en este ajedrez político militar los indios solo fuimos utilizados como peones de la revolución, solo nos veían como fuerza militar de choque, instrumentos militares individuales, masa desechable como punta de lanza.
Los criollos estaban convencidos que por derecho divino eran los verdaderos dueños de la Nación mexicana. En este sistema de pensamiento los indios solo éramos sus sirvientes. Generaciones de criollos durante 300 años solo habían conocido a los indios como muertos vivientes tributantes de la Corona, casi bestias aportando su mano de obra gratuita para la construcción de templos y palacios, por eso para los criollos no tenía importancia si de las manos indias emanaban obras de arte, pues solo eran sus sirvientes. Este era el concepto que los criollos tenían de nuestros abuelos y abuelas. Renegaban de los españoles, denunciaban su opresión política y la explotación a los americanos (los criollos se asumían como los americanos) pero tramposamente evitaban reconocer la condición de esclavos en que vivían nuestros abuelos y abuelas y que ellos eran los dueños originarios de los territorios ocupados por extranjeros españoles, criollos y luego también por mestizos. Por eso, los criollos insurgentes se comprometían a respetar la propiedad incluso de los españoles que no se opusieran a la revolución de independencia pero nunca se comprometieron a restituir las tierras y territorios a sus dueños originarios.
Las proclamas del “Despertador Americano” de Hidalgo encierran un proyecto político en el que los criollos reclaman para sí el control del gobierno, la economía nacional y la titularidad de la soberanía nacional, pues se reivindicaban como el Pueblo americano. Hidalgo era un hombre bueno pero política, cultural e ideológicamente era criollo. En la tarea política de definir y pactar el Proyecto de Nación y de todo asunto de gobierno futuro los indios fueron ignorados, como si no existieran. Insurgentes e Independentistas concibieron -cada quien a su modo- y finalmente pactaron un proyecto de Nación étnicamente Única en la cual los Pueblos, Tribus y Naciones quedarían disueltos oficial y jurídicamente.
6.- Consumada la independencia, los nuevos mexicanos liberales y conservadores (criollos y mestizos), muy a pesar de que eran una clarísima minoría étnica y cultural, se dieron a la tarea de construir sus instituciones y sus leyes pensando que México era una sociedad de una sola etnia, de una sola cultura, de una sola lengua y de una sola religión. La gran diversidad cultural y étnica que componía el 80 % de la población nacional y que era indígena fue simplemente ignorada. Así, la tragedia india fue haber derramado su sangre solo para fincar el Estado de sus nuevos opresores.
7.- Los conflictos entre liberales y conservadores del primer siglo del México independiente era una disputa por la Nación, por el control del Estado para favorecer un sistema de acumulación de capital. Pero para unos y otros políticos, los indios y sus Pueblos eran considerados solo como un activo económico muy poco diferente de las bestias de carga, pues aunque la esclavitud se había abolido por decreto del presidente Vicente Guerrero el 15 de septiembre del año 1829, y muy a pesar del triunfo Liberal y de sus concepciones doctrinarias hipócritas de igualdad ante la ley, la mayoría de nuestros abuelas y abuelos indígenas y sus Pueblos continuaron sufriendo la esclavitud al menos hasta la revolución de 1910.
8.- A principios del siglo XX de cada 10 mexicanos 6 eran hablantes de alguna lengua originaria. México llevaba 400 años que no dejaba de experimentar diversos levantamientos libertarios indígenas a lo largo de sus territorio, desde los mayas en Yucatán hasta los yaquis en Sonora. Pero ahora la participación de nuestros ancestros en el proceso revolucionarios de 1910 tenía objetivos propios. Sin embargo aunque se sumaron o hicieron alianzas regionales político militares y aportaron nuevamente una cuota de sangre muy alta, nuevamente fueron traicionados y no se cumplieron sus sueños libertarios.
La incomprensión de la necesidad de interlocución política de los indios con las fuerzas políticas nacionales no indias derivó en una fatídica ausencia política de la palabra india en el Constituyente de 1917 y eso contribuyó a que éste reafirmara nuevamente a México como Nación étnicamente Única e indivisible y al nuevo Estado nacional como Monoétnico, Monocultural y Monolingüe.
Ahora con una presencia mestiza mucho mayor que la criolla, los nuevos gobernantes construyeron sus instituciones y leyes étnica y culturalmente mestizas. ¿Pero cuáles eran sus raíces? No tenían raíces propias. Descubrieron que construir una identidad cultural que le diera unidad patriótica y sentido de pertenencia a los mexicanos era una prioridad nacional. No bastaba con haber instituido en la Constitución Federal las garantías individuales, las conquistas laborales, el reparto agrario, el derecho a la educación pública y gratuita, así como muchos otros derechos sociales que demandaba la mayoría de la población urbana y campesina y que en tiempos de la mayoría criolla y la burguesía reaccionaria eran impensables. Ahora tenían el Derecho pero les faltaba el Espíritu. Estos elementos identitarios solo podían ser los elementos identitarios indígenas, habría que expropiárselos, despojarles de ese patrimonio cultural hasta entonces solo reclamado por ellos y despreciado por la soberbia y vulgaridad criolla y mestiza que solo tenían ojos y pensamiento para la riqueza y el poder y no para la cultura, la ciencia y la vida espiritual. Su antiguo enemigo, Porfirio Díaz, les había dado la pista, él se había encargado de iniciar la recuperación de algunos antiguos centros ceremoniales para fundamentar la edificación de la identidad mexicana en el legado cultural de las antiguas culturas anahuacas o mesoamericanas.
La Constitución Federal que fue considerada la más vanguardista del mundo moderno, en realidad siguió siendo tan conservadora y reaccionaria en su esencia étnica y cultural que las anteriores, debido a que conservó y refinó la relación de opresión política y étnica del Estado mexicano impuesta a nuestros abuelos indios que seguían siendo una absoluta mayoría social. Para acceder a los beneficios de los derechos constitucionales de os mexicanos, que era como una apetitosa manzana frente a un hambriento de justicia y libertad, debíamos de renunciar a ser indígenas. La ratificación del modelo de Nación Única y de Estado monoétnico y monocultural fue una nueva traición y el inicio de un nuevo proceso de terrible etnocidio cultural Nuestro calvario solo adoptaba otras formas ahora con el sello de la crueldad mestiza.
Los políticos liberales y conservadores Constituyentes sabían de la lucha heroica de resistencia de los mayas en contra del invasor español al menos desde 1840 y en contra de la explotación de criollos y mestizos hasta 1901 cuando Porfirio Díaz por fin los pudo vencer militarmente aunque no acabar con su resistencia cultural. Sabían de la lucha de resistencia de los Yaquis desde los días de la invasión española y de la lucha autonomista del jefe Yaqui Cajeme cuyo legado aún era vigente durante los días del Constituyente. Sabían de los levantamientos militares de indios nahuas, ña-ñhú, tlahuicas, mazahuas, zapotecos y muchos otros más. La lucha libertaria india, aunque aislada una de otra, era ampliamente conocida. A pesar de todo, estos Constituyentes conceptualizaron a nuestros Pueblos, Tribus y Naciones como simples comunidades o -peor aún- como grupos de campesinos pobres, ignorantes y analfabetas. Si bien los Liberales y Conservadores se disputaban el Poder y la Nación hasta la muerte, el tema indígena los unificó, ahora se unían para impedir la mención siquiera en la Constitución de la palabra indio o indígena, para garantizar que no se hiciera referencia alguna a la existencia de Indios o Indígenas en el territorio nacional. Así, volvimos a quedar como extranjeros en nuestra propia tierra al menos por otros 100 años más
9.- Los nuevos liderazgos políticos e intelectuales liberales mexicanos nunca quisieron ver y reconocer a nuestros abuelas y abuelos indios como Pueblos, Tribus y Naciones originarias, como aliados para luchar por un Proyecto común de Nación étnicamente incluyente y culturalmente plural, porque nunca quisieron aceptar nuestro derecho a existir como sociedades originarias cultural e históricamente diferenciadas.
En su momento los Insurgentes, independentistas y ahora los revolucionarios de 1910 evitaron hacer un compromiso de alianza política con nuestros Pueblos, Tribus y Naciones pues de hacerlo los hubiera obligado a compartir espacios de poder en el nuevo Estado y un lugar digno en la nueva Nación. En ellos pesó más el espíritu del conquistador español que la justicia histórica.
10.- Zapata luchó heroicamente por la restitución de las tierras a sus Pueblos, su liderazgo y espíritu de la lucha del movimiento fue producto de formas de gobierno y del pensamiento de indios autónomos, pero al mismo tiempo el movimiento zapatista y sus Pueblos se reconocían parte de la Nación mexicana (aunque ésta los discriminaba) y le reconocían potestad al Estado mexicano (aunque éste les ignoraba sus derecho fundamentales). Su desengaño los llevó a luchar a lado de Madero y luego en contra de él. Por el contrario, otros Pueblos norteños como el documentado caso de la Tribu Yaqui, al menos hasta 1938, nunca se consideraron mexicanos porque lo que habían vivido por generaciones durante 300 años era que ahora los mexicanos habían sustituido a los españoles en la tarea de rapiña que hacían de sus recursos naturales, en el despojo de su territorio, la explotación y violencia racial de que eran objeto. Por eso los Yaquis siempre y hasta el presente han luchado por su autonomía.
11.- Los campesinos indígenas lograron visibilidad debido a su alto nivel de organización político militar especialmente en el centro del país, pero sobre todo porque lograron formular y plantear ante la Nación un Programa Político propio como lo fue el Plan de Ayala que tenía como eje articulador la demanda agraria y expresaba la demanda principal de una sociedad nacional mayoritaria y socialmente campesina.
Zapata cumplió su papel en el momento histórico que le tocó vivir y dignificó la lucha por la tierra. Pero no obstante el alto nivel político militar del movimiento zapatista, éste no logró perfilarse como Movimiento Étnico o Indígena ni reivindicar a los Pueblos, Tribus y Naciones indias como sujetos políticos actores en el escenario político nacional. En estos vacios conceptuales y programáticos estratégicos residió su fragilidad histórica.
La reducción del Programa Nacional Indio Autonómico a un Programa Agrario fue una limitación histórica. La felicidad de los Pueblos indios y su renacimiento no podía devenir solo de la tierra en sí misma, pues la Tierra es un componente del cuerpo social y cultural de nuestros Pueblos originarios, el rector pero no el único. Es nuestro corazón, pero sin el cuerpo no puede sobrevivir, como también nuestro cuerpo sin el corazón no es nada.
El resultado del esfuerzo zapatista es desalentador. Los constituyentes de 1917 concedieron derechos agrarios a los campesinos y hasta protegieron la propiedad ejidal y comunal de la tierra, en contracorriente de las antiguas leyes juaristas. Obregón restituyó parcialmente la tierra a los Pueblos indios de Morelos y luego Cárdenas concluyó el reparto, sin embargo, a 80 años de distancia de esa “generosidad” criolla y mestiza la miseria campesina no ha cambiado. Las leyes del mercado y sistema capitalista, las reformas agrarias de 1992 y el Estado corrupto propiciaron la proletarización campesina que condujo a nuevos ciclos de concentración de la tierra y con ello también de pobreza y la degradación socio cultural de nuestros Pueblos hasta casi su extinción.
La lección revolucionaria india de 1917 es que el programa libertario de los Pueblos originarios no reside en la restitución solo de la tierra sino en la restitución de los Territorios ancestrales y autónomos en sus cinco componentes: a) Tierra y Territorio, b) Gobierno propio, c) Ley propia, d) Lengua y Cultura materna y e) Espiritualidad. Territorios en donde los Pueblos Indios podamos ejercer legal y pacíficamente autogobierno, administración y justicia y así recrearnos. Territorios en donde nuestros Pueblos originarios puedan gradualmente reconstituirse en su memoria histórica, identidad, instituciones y leyes. Ahora nos queda claro que esto si es posible en el seno de un Estado Plurinacional Democrático (pluriétnico, pluricultural, multilingüe, de pluralidad jurídica) y una Nación incluyente. Por eso, los Pueblos Indígenas del presente somos zapatistas, más aún, somos Autonomistas.
12.- Además del racismo de Liberales y Conservadores, tres factores internos de los Pueblos, Tribus y Naciones indias fueron determinantes para que hayamos perdido esta segunda oportunidad histórica de redención étnica: A) La falta de proyecto político común entre los diversos Pueblos, Tribus y Naciones y culturas originarias del país que unificara a nivel nacional nuestros pensamientos, intereses y aspiraciones indígenas, B) La ausencia de pactos de unidad entre Pueblos, Tribus y Naciones que permitiera la construcción de una instancia de organización o coordinación nacional indígena para la acción conjunta y C) La incomprensión de la necesidad de construir alianzas políticas con las fuerzas políticas no indígenas para Pactar a su vez un Proyecto de Nación común.
Sin la existencia de los factores políticos de programa nacional indio y de organización nacional no era posible que se tendieran puentes de diálogo y de alianza política con otras fuerzas político-militares para pactar un Proyecto de Nación unitario.
Los indios revolucionarios de 1910 dejaron la política a los políticos y con ello también les dejaron nuestro futuro.
13.- El Estado mexicano gobernado a partir de 1920 por una nueva clase política neoconservadora y conservadora, se propuso en los años 30´s resolver en definitiva “el Problema indio” mediante una política de Estado etnocida denominada Indigenismo.
Esta política la empezó a construir Lázaro Cárdenas quien convocó a los científicos sociales del país y del extranjero, en especial a los antropólogos y arqueólogos como Gonzalo Aguirre Beltrán y Alfonso Caso para que aconsejaran la solución al “Problema Indio” de México.
La primera conclusión de éstos fue destacar lo peligroso de la existencia étnica de los Pueblos Indígenas pues tan solo con su existencia cuestionaba el modelo de Nación Única existente desde hacía 150 años con el surgimiento del Estado y la Nación mexicana. Una segunda conclusión fue que el Estado mexicano debía de apropiarse del Patrimonio Cultural milenario e identitario de los Pueblos Indígenas y reclamarlo como elementos de la identidad de la Nación mexicana. Por eso habría que eliminar a los Pueblos Indígenas o reducirlos numéricamente a un nivel de bajo impacto, ya no con balas como fue durante los 120 años precedentes sino aculturizándolos, asimilándolos cultural y étnicamente.
Finalmente la política de Estado en materia indígena denominada Indigenismo la instituyó Miguel Alemán Valdez en 1948 para lo cual fundó el Instituto Nacional Indigenista (INI). Tan exitosa fue esta política etnocida que México exportó la receta a los países de Centro y Sur América y los lideró por muchos años al fundar y dirigir al Instituto Indigenista interamericano (III).
Los objetivos del Indigenismo han sido hasta ahora: A) asimilar culturalmente a los Pueblos Indígenas, esto es, que los indios asimilemos la cultura nacional “dominante” y dejemos de ser indígenas para ser verdaderos mexicanos. Esta política ha sido exitosa para el Estado mexicano. En tan solo 62 años ha logrado eliminar culturalmente a más de 100 Pueblos Originarios, es decir, casi la mitad de lo que lograron 300 años de masacres y dominio español.
B) asimilar económicamente a los Pueblos Indígenas mediante la desarticulación y extinción de sus sistemas económicos y la liberalización de la propiedad ejidal y comunal subordinándolos a las leyes económicas del sistema capitalista dominante.
C) consolidar el dominio cultural étnico. En esta tarea le ha sido muy útil al Estado su política poblacional y de estadística pues obsesivamente se preocupan por hacer creer al país que la población indígena es una ínfima minoría social, ni siquiera una minoría étnica, solo un sector social más. Oficialmente al menos durante los últimos 50 años somos el 10% de la población nacional, cuando sabemos extraoficialmente que probablemente seamos actualmente al menos el 40% de la población nacional; como decíamos antes, esta política poblacional está relacionada con la intensión de disminuir al mínimo las pretensiones políticas de nuestros Pueblos Originarios para modificar el carácter Monocultural, Monoétnico y Monolingüístico del Estado nacional.
D) apropiarse del patrimonio cultural de nuestras culturas anahuacas o mesoamericanas madre y expropiar los elementos identitarios de los actuales Pueblos Indígenas para fincar en este legado cultural milenario las raíces identitarios de la nación mexicana.
El indigenismo como política de Estado ha promovido una cultura nacional técnicamente contradictoria pero con un doble propósito subliminal políticamente perverso. Por una parte alimenta una actitud racista y discriminatoria en la sociedad nacional hacia el indígena del presente, de este modo, la violencia institucional del Estado alimenta una violencia social racial en contra nuestra y al mismo tiempo una sensibilidad social favorable a la política de Estado de segregación racial para que nada cambie. Por otra parte, promueve la convicción de que las raíces identitarias de México se encuentran en las milenarias culturas mesoamericanas pero asociada a la idea absurda de que los indios del presente somos ajenos a aquellas culturas maravillosas anteriores a la invasión española. De este modo se justifica, por ejemplo, la decisión oficial de impedirnos hacer uso de los antiguos centros ceremoniales para ejecutar nuestros rituales espirituales tradicionales. La lógica jurídica es que son propiedad de la Nación; ya no son nuestras por decisión del Estado mexicano, éste los puede concesionar a la iniciativa privada para que haga del turismo su negocio, pero les niega a los nietos de los antiguos mexicanos el derecho a su uso y disfrute para los fines por los que fueron creadas, es decir, para recrear nuestra vida social, política, cultural y espiritual.
La política indigenista del Estado mexicano promueve en el mundo la “grandeza del pasado mesoamericano” y la invisibilidad -ante la sociedad nacional- de los Pueblos Indígenas del presente y ha sido tan exitosa que hasta los historiadores aún los más “objetivos” y/o “críticos” cuando hablan de “nuestra identidad como mexicanos” se refieren a la identidad de los mestizos y descubren su “profunda raíz en las culturas mesoamericanas”. Pero no hacen mención alguna a la existencia de los Pueblos Indígenas del presente. Reivindican como mestizos su origen identitario en las culturas anahuacas en nuestros ancestros pero pasan sin voltear a ver a los herederos primeros y verdaderos que somos nosotros y que estamos junto a ellos, como si no existiéramos.
Los historiadores oficiales hacen recuento de la historia nacional pasando del pasado prehispánico al periodo de la colonia, de ésta a la independencia, luego a la reforma, llegan a la Revolución de 1910 y finalmente llegan al México moderno. Pero los Pueblos, Tribus y Naciones indias del presente desaparecemos de su historia. Por eso la intelectualidad mexicana por “mexicano” entienden solo al pueblo mestizo como si los Pueblos Indígenas ya no existiéramos, como si los indios del presente fuésemos cosa del pasado y mero folcklor.
El indigenismo construyó una cultura anti indígena que influenció hasta a los sectores políticos democráticos y de izquierda. Hasta 1993 para el mundo de las ONG’s y el movimiento social lo indígena no existía como tal, era sinónimo de campesino. En el mismo tiempo la Izquierda electoral eran de la convicción mayoritaria de que ya no existían los indígenas, menos los Pueblos indígenas, ahora –decían- “todos tenemos algo de sangre indígena”, es decir, inferían que ahora social y étnicamente los mestizos representaban a los indígenas. En el presente, para el sector de la izquierda electoral más congruente, los Pueblos indígenas no somos Sujetos Políticos Propositivos, solo somos una “propiedad cultural de la Nación” equiparable con la propiedad de la nación sobre su diversidad biológica, nada más y nada menos.
Preservar la relación de dominio político y étnico del Estado mexicano sobre los Pueblos Indígenas es considerado un asunto de seguridad nacional y para la clase política conservadora, que gobiernan al país desde hace 90 años -“por razones de Estado”- los indígenas y nuestros Pueblos debemos ser eliminados culturalmente o reducidos a mero folcklor, a elementos culturales del pasado .
14.- A contra corriente de los que se vive en México, y reconociendo más de 450 años de resistencia de los Pueblos indígenas del mundo la ONU aprobó el Convenio 169 de la OIT sobre Pueblos Indígenas y Tribales en países independientes de 1989. Su repercusión en México tuvo efecto hasta 1992 con la reforma constitucional por la que se creó el artículo 4. Por fin después de 192 años el Estado mexicano reconocía -sin otorgar derechos- que los Pueblos Indígenas existían y que éramos “el sustento originario de la Nación mexicana”, pero solo nos concedían “el acceso a la jurisdicción del Estado” mexicano. A pesar de esto, la reforma sirvió para que el senado de la república ratificara el Convenio 169 y así formara parte de la legislación nacional. Desde entonces es el único instrumento jurídico internacional vinculante en materia indígena que protege algunos derechos fundamentales de nuestros Pueblos originarios de México y que a pesar de sus limitaciones nos ha servido invaluablemente.
Ante la perseverancia de las organizaciones indias de México y del mundo y después de 30 años de lucha política internacional, en septiembre del año 2007, la ONU proclamó la Declaración Universal de los Derechos de los Pueblos Indígenas que reconoce declarativamente otros más de nuestros derechos fundamentales como Pueblos y Culturas diferenciadas pero sin que los Estado nacionales estén obligados a respetarlos. Por lo que solo representa una obligación moral de acabar con la injusticia histórica que padecemos.
Por otra parte el Movimiento Indígena Continental de Abya Yala o América estamos luchando por la Declaración Americana de los Derechos de los Pueblos Indígenas pero hasta el momento los gobiernos de México, Estados unidos y Canadá ejercen un bloqueo para que no culmine con éxito la Declaración.
En los últimos 18 años la lucha indígena y sus aliados democráticos han logrado reformas constitucionales o leyes secundarias en materia de derechos y cultura indígena en diferentes Estado federados del país. Pero salvo los derechos electorales en Oaxaca (ejercicio del derecho de elegir a sus autoridades municipales por usos y costumbres por la vía de los hechos) y culturales en Quintana Roo los demás ha sido claramente inaplicables. A nivel federal como a nivel de los Estados federados, el Estado mexicano ha accedido a conceder algunos derechos pero garantizando escrupulosamente que no se puedan ejercer. Este es el motivo por el que el Estado mexicano se niega a reconocer (y reglamentar) a los Pueblos Indígenas como Sujetos de Derecho Público.
Después de años de lucha política a muchos Pueblos Indígenas y sus organizaciones autonomistas nos ha quedado claro que el reconocimiento de los Pueblos Indígenas como Sujeto de Derecho Público es la piedra angular de la lucha histórica india. Ya existen algunos derechos en la Constitución Federal y las Locales pero no existe el Sujeto Tutelar del derecho, o sea, el Sujeto Político. Éste no puede ni debe ser otro que los Pueblos Indígenas, tal y como lo establece la legislación internacional.
15.- Gracias al levantamiento armado de los indios del EZLN en Chiapas en 1994 los Pueblos Indígenas volvimos a ocupar un espacio en el escenario político nacional, volvimos a ganar visibilidad, esto fue el gran aporte del EZLN al Movimiento Indígena Nacional. Aunque este movimiento armado inicialmente no era un movimiento indígena, sino un movimiento de pobres en contra del neoliberalismo, su composición mayoritariamente indígena concitó nuestra solidaridad inmediata e incondicional. Por eso, a invitación expresa, aceptamos ser asesores del EZLN durante el diálogo de San Andrés. Aportamos y contribuimos al diseño y redacción de los Acuerdos de San Andrés y apostamos a que éstos tuvieran el papel de programa político unificador de los indios del país y más adelante también contribuimos a construir al Congreso Nacional Indígena e intentamos que éste fuese el espacio de convergencia y de organización nacional indígena, pero desgraciadamente en ambos propósitos fracasamos.
En un exceso de protagonismo las organizaciones indígenas sustituyeron a los Pueblos, Tribus y Naciones indias y antepusieron sus diferencias ideológicas a sus coincidencias políticas. Por otra parte, no se comprendió a tiempo que los acuerdos de San Andrés no cabían en un Estado monoétnico, monocultural y monolingüe y que modificarlo es una tarea que debe ser pactada no solo entre los indígenas sino entre éstos y una nueva mayoría social y política del país, de indios y de no indios, de debajo, de en medio y de arriba, de la izquierda pero también y fundamentalmente de verdaderos demócratas pues éstos no existen solo a la izquierda y los de izquierda no todos los son en verdad ni no todos son demócratas. Con la reforma constitucional del año 2001 se mostró y demostró que la clase política de “izquierda” y de las derechas se unifican para preservar al Estado monoétnico y el modelo de Nación Única.
Ahora comprendemos que los indios, nuestros Pueblos y organizaciones (en paralelo, juntos, ni atrás ni adelante uno de otra y sin sustituir uno a otra o a la inversa), debemos rebasar nuestras propias fronteras locales y hacer política nacional, debemos pactar con otros Pueblos, Tribus y Naciones indias y organizarnos nacionalmente; debemos consensar interna y nacionalmente un Proyecto Indígena de Nación y construir sólidas alianzas políticas con los demócratas del país para construir un Proyecto Alternativo de Nación común. Ahora nuevamente cobra vigencia la demanda histórica que expresamos en 1996: ¡Nunca más un México sin nosotros!
III) POR UNA RELACIÓN POLÍTICA DEMOCRÁTICA E INTERCULTURAL
1.- La Nación mexicana (desde su fundación en 1824), nació con una sola religión: la católica, un solo lenguaje: el español, una sola cultura: la española criolla y una sola autoridad y ley: la constitucional conservadora y liberal. Nuestra espiritualidad volvía a considerarse cosa del demonio y no sería tolerable; A partir de ahora si queríamos participar en la vida de la Nación debíamos hablar en español; nuestra cultura sería considerada durante décadas como salvaje, inferior y retrógrada y un obstáculo para la “prosperidad” por lo que debía desaparecer; nuestra organización política tradicional y sus prácticas de gobierno, administración y justicia autónoma fueron consideradas ilegales.
Al imponerse el modelo de Nación Única y Estado Republicano y luego de ser reafirmado por el Constituyente de 1917 se decidió al mismo tiempo que los Pueblos, Tribus y Naciones indias deberían dejar de existir al menos legalmente. Consecuentemente la relación política histórica que impuso el Estado mexicano a los Pueblos indígenas fue de segregación étnica y de dominio étnico y político.
Los constituyentes de 1824 y de 1910 no solo no consideraron la construcción de una Nación Plurinacional como éramos en la realidad, sino que ahora debíamos dejar de ser indígenas para ser verdaderos mexicanos. Ahora quedábamos en el total desamparo.
2.- El nuevo Estado mexicano se anexó todos los territorios indígenas existentes en el que fue el “virreinato llamado antes Nueva España, el que se decía capitanía general de Yucatán, el de las comandancias llamadas antes de provincias internas de Oriente, y Occidente, y el de la baja y alta California con los terrenos anexos e islas adyacentes en ambos mares”.
Cuando México perdió casi la mitad de su territorio con la guerra que culminó en los Tratados de Guadalupe Hidalgo de 1848 los más protestaron por la pérdida de territorio pero nadie lamentó la división de los territorios ancestrales de nuestros Tribus y Naciones indígenas del Norte. Por eso el Movimiento Indígena Nacional reclamamos el derecho histórico de nuestros Pueblos Indígenas del norte a su unidad étnica y cultural sin importar las fronteras de los Estado-Nación que los dividieron.
3.- El Pueblo mexicano se encuentra en condiciones de hartazgo hacia el Estado que lo domina, hacia la clase política que lo gobierna y hace enormes esfuerzos por unirse para luchar por cambiar las condiciones estructurales de la crisis sistémica del país. Pero sigue mirándose a sí mismo sin reparar en que los Pueblos indígenas existimos y que compartimos su angustia y desesperación. Quizá sea el momento en que tomemos la iniciativa de convocar a múltiples encuentros de sociedades para sanar las heridas de agravios y construir una alianza de propósitos y aspiraciones comunes.
4.- El Pueblo mexicano, los Pueblos indígenas, sus organizaciones y partidos y en especial los demócratas del país debemos pactar la paz y una nueva relación democrática e intercultural, es decir una relación de solidaridad política, de ayuda mutua, de intercambio justo de bienes y cultura y de retroalimentación espiritual.
5.- El actual Estado mexicano ha tenido al menos dos oportunidades históricas en los últimos 15 años para transitar de una histórica relación política de dominio sobre los Pueblos indígenas hacia una relación democrática e intercultural pero las ha despreciado. Incumplió los Acuerdos de San Andrés de 1996 y al desecharlos en el año 2001 se negó por tercera vez históricamente a reconocer la diversidad étnica y cultural del país.
6.- Estimamos que la clase política conservadora que ahora es dominante no le interesa democratizar al Estado ni a la sociedad. En consecuencia el Movimiento Indígena Nacional contribuirá a la construcción de una mayoría social y una mayoría política para que Pactemos una Revolución Democrática y Pacífica que consensue con la Nación la convocatoria a un nuevo Constituyente que redacte una nueva Constitución que cancele el erróneo modelo de Nación única y promulgue una nuevo Estado Plurinacional Democrático con lo que inauguremos una genuina Unidad en la diversidad de la Nación y de su Estado nacional
7.- Una nueva Relación Democrática e Intercultural de los Pueblos Indígenas con el Estado mexicano debe expresarse al menos en lo siguiente: que los tres Poderes del Estado tengan una composición pluriétnica representativa y mandatada; que sean de pluralidad jurídica, es decir, que se rija por dos sistemas normativos: el del derecho positivo y el del derecho indígena; que las instituciones, sus planes, programas y políticas públicas sea pluricultural; que en especial las instituciones de educación indígenas sean culturalmente apropiada, que recupere la historia verdadera de cada Pueblo Indígena y se incorpore a la educación formal, que ésta sea al menos bilingüe y escolarizada desde el preescolar hata la universidad, para lograr un desarrollo simétrico entre regiones y entre etnias; que los Pueblos Indígenas puedan y deban contar con sus propios medios de comunicación escritos y audiovisuales; que instituya el autodesarrollo indígena en condiciones de autonomía y libre determinación; que instituya el derecho de nuestros Pueblos a reconstituirse en su memoria histórica, en su identidad y saberes y que se instituya que el patrimonio histórico de la Nación significa el uso, disfrute y administración conjunta entre los pueblos indígenas y el Estado mexicano que tenga como eje rector la decisión de fortalecer el desarrollo espiritual de nuestros Pueblos.
IV) REFUNDAR EL ESTADO-NACION
HACIA UN ESTADO PLURINACIONAL DEMOCRÁTICO EN MÉXICO
1.- Los Pueblos Indígenas de México, las fuerzas políticas del país y la sociedad nacional no indígena de manera representativa deberán convocar a un nuevo Constituyente y en él Pactarán la Refundación del Estado mexicano como un Estado Plurinacional Democrático y suscribiremos un nuevo Pacto Federal para el reconocimiento constitucional de los Pueblos Indígenas como Sujetos de Derecho Público y a sus Territorios tradicionales, municipios o regiones indígenas autónomos como un cuarto nivel de poder.
Se deberá indicar expresamente en la nueva Constitución Federal que los Pueblos Indígenas forman parte del Estado Plurinacional Democrático y la Nación mexicana de manera autónoma y libremente determinada. Que los Pueblos indígenas los constituyen o tiene derecho a reconstituir: a) un Territorio en donde ejercen una soberanía relativa, b) un Gobierno autónomo, c) una Ley propia que regula su convivencia interna, d) una Lengua materna, cultura e identidad propia con derecho a recrearla y reproducirla de manera autónoma y e) una Espiritualidad que libremente se dan a sí mismos.
Los indios nunca más debemos ser extranjeros en nuestra propia tierra. Seremos mexicanos sin perder nuestra identidad madre.
El Estado Plurinacional será la expresión política de la Unidad en la Diversidad, de la unidad armoniosa y en paz de etnias y sus culturas diversas, por lo cual deberá instituir nuestro derecho a la identidad madre garantizando que el acta de nacimiento y el documento de identificación oficial de la persona indígena indique su origen étnico y deberá instituir que en adelante a la persona indígena se le denomine por su gentilicio de acuerdo a su lengua materna.
2.- El nuevo Estado Plurinacional con la participación pluriétnica y pluricultural representativa de los actores políticos nacionales tendrá la tarea trascendental de iniciar un proceso que podríamos llamar de “Descolonización” que tendrá por objetivo hacer una evaluación detallada de las consecuencias y secuelas de la política de Estado en materia indígena llamada Indigenismo y diseñar y ejecutar una estrategia para su desmantelamiento a nivel institucional, en el marco jurídico nacional y a nivel cultural en la sociedad nacional no indígena.
El proceso de Descolonización, respaldado en el Comité de Descolonización de las Organización de las Naciones Unidas y fundamentado en la legislación internacional vigente deberá iniciar una nueva ingeniería institucional en los tres Poderes de la Unión para garantizar la participación en ellos de los Pueblos Indígenas de manera representativa, mandatada y autónoma y diseñar. Así mismo deberá diseñar y ejecutar una nueva política social de Estado para la conciliación, reconciliación, diálogo intercultural y unidad nacional en la diversidad.
3.- La imposición a etnias diversas el criterio jurídico Liberal de “Igualdad ante la Ley Positiva” (que es monocultural y monoétnica) es inmoral, es una injusticia inaceptable. Por eso, el nuevo Estado Plurinacional deberá ser de Pluralidad Jurídica. El Estado nacional deberá pactar con los Pueblos Indígenas las funciones y competencias de sus sistemas judiciales, instituciones y leyes respectivas.
4.- El nuevo Estado Plurinacional Democrático deberá sustituir el actual sistema de partidos por novedosas fórmulas de representación ciudadana y por la participación política que los propios Pueblos indígenas determinen de manera autónoma. Los Acuerdos de San Andrés deberán ser retomados para su revisión y aplicación puntual guiados por el objetivo de buscar el equilibrio de aspiraciones e intereses legítimos de las diversas etnias, culturas, clases, sectores y estratos sociales de México que reconstruyan la armonía social, política, cultural y económica para vivir y prosperar en paz.
5.- Los criterios políticos rectores en la construcción permanente de los equilibrios para vivir en armonía y en paz son: A) el criterio de Equidad de Oportunidades que garantice el desarrollo asimétrico entre las etnias, culturas, clases, sectores y estratos sociales. B) el Pacto Político hecho ley de todos los actores políticos de izquierdas, derechas, demócratas, organizaciones y Pueblos Indígenas para reconocer como legítimos los derechos e intereses individuales siempre y cuando no se afecte a los derechos e intereses de la comunidad en los cuatro niveles de gobierno. C) el Pacto político hecho ley de todos los actores políticos y de la sociedad civil para no tolerar la corrupción e impunidad. D) los mecanismos efectivos para garantizar la participación representativa y directa de la sociedad para fiscalizar, para proponer, para revocar mandatos y para ejercer de manera directa la soberanía popular si fuese necesario.
6.- Al seno de la Nación por ser una gran comunidad no deben existir enemigos, porque éstos se eliminan mutuamente; solo puede haber adversarios con diferencias que se deben resolver mediante procedimientos pacíficos y democráticos e interculturales, es decir, mediante el diálogo y la construcción de mayorías sociales y políticas en plena libertad de pensamiento, organización y manifestación.
En un Estado Plurinacional Democrático se gobierna de acuerdo a la voluntad de la mayoría y el Estado debe preservar los derechos de la minoría. Los que hoy son mayoría mañana puede ser minoría, porque el pensamiento y los intereses siempre están en movimiento y cambian.
Los elementos diferentes son necesarios porque son complementarios. Nuestros ancestros nos legaron el conocimiento de que todo en la vida es dual y como tal no son elementos contradictorios y mutuamente excluyentes, son elementos diferentes y complementarios, necesarios para que continúe la vida y evolucione.
La cultura política tanto de derechas como de izquierdas rigen su práctica política enfundados en que las clases sociales luchan para excluirse y de ser posible destruirse. Esa ha sido la historia de la humanidad hasta ahora porque unos y otros han hecho del Poder y la riqueza la razón de su existencia. Pero el propio Materialismo Dialectico e Histórico del Marxismo -que ambos estudian- dice que todo en la naturaleza es una contradicción: el positivo y el negativo se repelen pero se mantienen en unidad porque no es pensable el uno sin el otro, se necesitan mutuamente para existir. El problema no es la desaparición de una de las partes sino las reglas de su coexistencia poniendo en el centro el interés y las aspiraciones de la comunidad.
La no comprensión de esta ley elemental ha conducido a un escenario mundial de guerras permanentes, a la destrucción de nuestra Madre naturaleza, a la explotación y el exterminio del hombre por el hombre, a la violencia social y el crimen organizado, a la desaparición del llamado socialismo real y a las crisis recurrentes del capitalismo hasta el momento actual que cuestiona la ilegitimidad del paradigma del capitalismo en su fase imperial.
7.- México también ha llegado al límite de su existencia como Estado-Nación al haber permitido el secuestro de su Estado Social de Derecho por una mafia institucional y el crimen organizado. El Pueblo mexicano y los Pueblos Indígenas como parte de éste están llamados a abrir nuevas brechas para abolir la corrupción, la impunidad y los intereses ilegítimos en nuevos modelos de coexistencia regidos por lo público y lo comunitario en un nuevo Estado Democrático Plurinacional.
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