Jesús Zambrano. / SAÚL RUIZ.
Jesús Zambrano (Empalme, Sonora, 1953) conversa con EL PAÍS pocas horas antes de partir rumbo a Montevideo, donde asistirá a un seminario de partidos progresistas en el que también participan los expresidentes de Brasil y Chile, Lula da Silva y Michelle Bachelet. El dirigente de izquierdas lleva consigo una experiencia nueva: la participación del PRD en el Pacto por México, la agenda de reformas estructurales consensuada con el Gobierno del PRI y la oposición de derechas del Partido Acción Nacional (PAN), que ha configurado un gran centro político en este país.
Su estatura como líder de una izquierda moderada, posibilista, ha crecido al tiempo que el número de sus enemigos, que consideran una “traición” que el PRD firmase el Pacto por México y que han llegado incluso al insulto personal en algún acto público. Zambrano niega ser un “colaboracionista” –“no me quita el sueño que me critiquen por construir acuerdos por el bien de México”- y dice sentirse con “autoridad política, seguro de estar haciendo lo correcto”. Es más, está convencido de que su partido “se ha fortalecido con el pacto” y así se verá en las elecciones regionales del próximo 7 de julio.
Zambrano asegura que el Pacto por México “no está en riesgo”, pese a las divisiones internas en su partido y en el PAN o a las movilizaciones de los maestros en los Estados de Guerrero y Oaxaca contra la reforma educativa.
Los peligros, en su opinión, vienen de otros lados. Empezando por una “izquierda conservadora, que tiene la idea equivocada de que construir acuerdos con nuestros eternos adversarios del PRI es traicionar nuestras convicciones”. Esas posiciones radicales de izquierda, añade, “se sitúan, a final de cuentas, en el conservadurismo, en el inmovilismo y le hacen el juego al statu quo”.
Las resistencias al cambio llegan también “de las presiones de los poderes fácticos, que han actuado con mucha inteligencia, y son como el viento, que no se ven pero se sienten”, y de algunos senadores, “particularmente del PAN”, que anteponen sus intereses particulares a los de la nación.
Pero la verdadera amenaza para el pacto, advierte, sería un último “coletazo del dinosaurio”. “La tentación de volver a hacer del presidente de la República el ogro filantrópico del que habló Octavio Paz, que todo lo da y todo lo niega, según cuál sea su humor”. “Si el PRI tiene esa tentación”, afirma, “de pensar que ya regresaron a la presidencia y que no los van a sacar en 40 años y que van a barrer en las elecciones de julio se equivocan. Además de que esos tiempos ya pasaron, si lo intentaran estarían desbarrancando el Pacto por México, que se sustenta en la gran pluralidad política que se ha asentado en el país en los últimos años, significaría que no han entendido nada de la evolución de este país”.
De momento, el Pacto por México está beneficiando políticamente al presidente Enrique Peña Nieto, cuyo plan de reformas ha sido aplaudido por la comunidad internacional. Zambrano, sin embargo, hace una matización importante. “El pacto surge de una reflexión del PRD después del resultado de las elecciones presidenciales del pasado julio donde ninguna fuerza logró tener mayoría en el Congreso. Pensamos que el país corría el riesgo de mantenerse en una disputa poselectoral eterna y sin acuerdos parlamentarios que permitieran a México dar un salto adelante”. “Nosotros corríamos el riesgo de quedarnos como una oposición por sistema fuera del sistema. Además, para el PRD existía el peligro de que el PRI y el PAN se pusieran de acuerdo y construyeran una hegemonía. Lo que está haciendo Peña Nieto solo puede hacerlo por la participación de la izquierda que le da legitimidad”.
Ya en el pasado se dieron otros acuerdos nacionales que generaron grandes expectativas de cambio y que al final se frustraron. ¿Cuál es la diferencia esta vez? “Lo nuevo”, responde Zambrano, “es que el PRI ha reconocido en su regreso a la presidencia que solo no puede, que el centro de gravedad del país se desplazó hacia la izquierda. Pensaban que iban a ganar por amplia mayoría y no lo lograron, tuvieron que asumir que había que contar con la segunda fuerza política”.
Zambrano reivindica para el PRD la idea de recuperar el territorio del Estado, amenazado, en los últimos sexenios, por el avance del crimen organizado y los poderes fácticos, y los resultados ya logrados como en el sector educativo. “El Pacto por México ha contribuido a desmontar la parte del caciquismo sindical más nefasta, ha buscado recuperar la rectoría del Estado en la educación que le había sido arrebatada por la cúpula del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Enseñanza (SNTE)”.
El líder del PRD afirma que Peña Nieto “ha resultado ser un presidente más pragmático de lo que se podía pensar”, y que la propia existencia del acuerdo “ha llevado al Gobierno más lejos de lo que se podría esperar”. Confiesa que la detención de Elba Esther Gordillo, la líder vitalicia del SNTE, le tomó por sorpresa. “Durante las conversaciones que tuvimos nunca se habló de detener a La Maestra, aunque sí de que era un obstáculo para la modernización de la educación. Peña hizo lo que nadie se había atrevido a hacer. Y lo pudo hacer por el pacto”.
El acuerdo será sometido a dos pruebas de fuego en los próximos meses. Primero con las elecciones regionales de julio. La equidad en el acceso a los medios y a los recursos públicos es una línea roja que el PRD no está dispuesto a permitir cruzar al PRI. “Si quisieran ganar a la vieja usanza, el pacto desbarranca. Y todavía les quedarían dos años sin mayoría en esta legislatura y veríamos que significa un escenario de confrontación”.
Después, con la reforma energética y la apertura de Pemex a la inversión privada. Zambrano sostiene que para esto último no es necesario modificar el Artículo 27 de la Constitución, que garantiza la propiedad del petróleo por el Estado, y un tema tabú para parte de los mexicanos. Sin embargo, el perredista admite que van a discutir a fondo “partiendo de reconocer que Pemex no puede seguir con el mismo régimen que le ha situado en el atraso (…) Nosotros decimos hay que quitarle esa carga fiscal, porque de cada 100 pesos que le entran 70 se van a Hacienda. Para compensar ese hueco tendría que hacerse una reforma hacendaria integral, progresista, que acabe con los todos esquemas que permiten que más de 400 grupos corporativos no paguen impuestos, que evaden más de 400.000 millones de pesos (32.000 millones de dólares)”. Acepta, no obstante, que discutirían la apertura del artículo 27: “Nosotros ya hemos puesto sobre la mesa cómo se puede hacer, que ellos digan ‘no, eso no, para poder lograrlo hay que privatizar todo esto’, (les diríamos) ‘a ver, danos la razón’”. ¿Pero lo discutirían? “Lo discutiríamos, por supuesto que hay que discutir”.
¿Y qué pasa si fracasa el Pacto por México? “Si fracasa habrá una involución política y estancamiento en el desarrollo del país. Nuestro referente siempre han sido los Pactos de la Moncloa, que años después permitieron que una izquierda moderada, responsable, moderna, la de Felipe González, llegara al poder, y que España entrara en el terreno de la modernidad europea”.
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