MARTES 26 DE OCTUBRE DE 2010
La crisis acentúa la xenofobia en Europa
http://www.argenpress.info/2010/10/la-crisis-acentua-la-xenofobia-en.html
La convivencia con los inmigrantes es un tema de candente actualidad en la Unión Europea. Incluso Alemania, donde el problema interétnico siempre ha sido tabú, se ha visto obligada a reconocer que la sociedad multicultural está fracasando.
En este sentido se ha expresado la propia Angela Merkel durante la reciente reunión de su partido, la conservadora Unión Cristiano Demócrata (CDU). Según la canciller alemana, no estaría de más que los inmigrantes hicieran un mayor esfuerzo por integrarse en la sociedad alemana.
Aunque la canciller mencionó a los inmigrantes en general, cuyo número asciende a unos 16 millones, en el fondo se refería a los musulmanes, o para ser más precisos, a los 2,5 millones de personas de origen turco que viven en Alemania.
El pasado 19 de octubre, el presidente de Alemania, Christian Wulff, dentro de su visita oficial de cinco días a Turquía, ya anticipó este sentir y señaló que los inmigrantes turcos necesitan aprender alemán para poder solventar mejor la mayoría de sus problemas.
En este punto, hay que tener en cuenta que los presidentes y cancilleres en Alemania suelen ir de la mano en sus posturas y declaraciones oficiales. Es una tradición de la política alemana.
Pero estas palabras no son nuevas. Angela Merkel ya las anticipó, certificando el fracaso de la sociedad multicultural durante el congreso de la CDU, celebrado en Düsseldorf en 2004. Pero en aquella época Merkel no ocupaba el cargo de canciller, sino que tan sólo era la líder de la oposición alemana.
Hoy en día, Berlín se ha adherido a Francia, Bélgica, Holanda, Italia y Gran Bretaña al poner en tela de juicio la teoría multicultural adoptada por los gobiernos durante muchos años. Ahora el camino es el de la integración, en un esfuerzo que tendrá que ser mutuo, tanto por parte de los inmigrantes, como de la población autóctona.
Es posible atribuir todo esto al hecho de que la propia Merkel ya no tenga una posición tan sólida como antes en la coalición del Partido Demócrata Cristiano y la Unión Social Cristiana (CDU/CSU), presidida por ella. Muchos miembros de la CDU creen que Merkel está empujando el partido hacia la izquierda.
Y el cisma dentro de este partido podría tener varios escenarios diferentes, entre los que se contempla un conflicto abierto dentro del partido, la desintegración del mismo, la dimisión de su líder y las elecciones anticipadas.
Las próximas elecciones federales en Alemania están previstas para el 2013. Así las cosas, el país debería permanecer políticamente estable porque, en caso de que la política de escisión en el seno del partido conservador continúe, los socialdemócratas verán crecer sus posibilidades de victoria en un futuro cercano.
Pero Alemania no ocupa el primer puesto en la UE en número de población musulmana. Según estimaciones, de los alrededor de 1.500 millones de musulmanes que viven en el mundo, sólo unos 15 millones residen en los países de la UE. Y dentro de la Unión, Francia es líder con una comunidad que representa el 8% de la población total; seguida de Holanda con un 6%, Alemania Austria, Suecia, Grecia y Suiza con un 4%, Gran Bretaña con un 3% e Italia con un 2%.
Existen informaciones un tanto sensacionalistas que apuntan a que en 2.050, los adeptos del Islam conformarán casi el 50% de la población europea. Es poco probable que estos cálculos sean correctos pero, en cualquier caso, el número de los musulmanes en Europa seguramente aumentará considerablemente.
En este contexto, Rusia, que está sufriendo una creciente ola de inmigración, debería seguir de cerca las acciones de la Unión Europea dirigidas a la regulación de esta problemática.
En realidad, la integración de los inmigrantes musulmanes, la red terrorista internacional Al Qaeda y su cabecilla, Osama Bin Laden, ya se han hecho realidad en nuestro inestable mundo y en esa atmósfera de crisis económica en Europa. Es un proceso muy peligroso, pero inevitable.
Quién se enfrenta con los problemas de inmigración en la vida cotidiana, lo entiende muy bien. Y la hostilidad hacia los inmigrantes por parte de la población autóctona es moneda de uso común tanto en Rusia como en las capitales europeas.
Si los habitantes de todos los países obviaran las diferencias étnicas como una persona sana no presta atención a su columna vertebral, nos ahorraríamos muchos problemas. Esto es especialmente relevante en Europa occidental, donde el multiculturalismo es una realidad ya milenaria, por ejemplo, en la gran herencia cultural árabe en España que se remonta al siglo VIII.
En cuestiones sociales, resulta evidente que es imposible extirpar un estrato sin acabar con el todo. Nadie pretende que la sociedad sea monocultural o multicultural, sino que se persigue la integración de todos los elementos en un todo armónico, hasta el punto que sea imposible separar alguna de las partes del sistema. Pero, a juzgar por todo, esta homogenización ya es inalcanzable.
Los musulmanes, seguramente, deberán integrarse en la sociedad alemana o europea, adoptar su cultura, valores y aprender su idioma.
Por otro lado, los europeos, incluidos los alemanes, también deberían reflexionar sobre una simple cuestión: durante los años 50 y 60 del siglo pasado, los países europeos que carecían de mano de obra recurrieron a los trabajadores extranjeros provenientes de Turquía, Marruecos, Argelia, Pakistán, Filipinas, India, etc. que se quedaron a vivir en estos países.
No es de buen tono y tampoco se corresponde con la etiqueta europea el pretender expulsar a esta gente que había servido para desarrollar la economía y construir sus carreteras.
Todas las especulaciones del tipo que “nos hemos equivocado al pensar que tras terminar el trabajo se irían” son poco convincentes. Nadie abandona voluntariamente ningún país próspero para regresar a sus orígenes pobres. Eso estaba claro desde el principio.
Así las cosas, el problema de convivencia con los inmigrantes no sólo existe en Alemania, Francia, España u Holanda. Es un problema paneuropeo y, desde hace un tiempo, también de Rusia. Basta con salir a la calle para entenderlo.
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