Lecciones de Guerrero
Ricardo Monreal Ávila
- Acentos
2011-02-01 http://impreso.milenio.com/node/8904473
1. Las alianzas sí funcionan: Tal como aconteció el año pasado en las elecciones de Sinaloa, Puebla y Oaxaca, las alianzas de las izquierdas (PRD, PT, Convergencia) con el PAN serán contranatura en términos ideológicos, pero son funcionales en términos electorales prácticos. De este pragmatismo o inmediatismo electoral provienen sus fortalezas, pero también sus debilidades.
2. El candidato cuenta: La sola suma de los polos opuestos no es suficiente. Requiere de un candidato con una biografía política local y una presencia pública sólidas. Si proviene de un desprendimiento del partido gobernante, las posibilidades se incrementan, ya que llevará consigo simpatizantes y redes de operadores que engrosarán el ejército de activistas y promotores del voto del candidato aliancista. Es la historia de Malova, Rafael Moreno Valle, Gabino Cué y Ángel Heladio Aguirre.
3. Los independientes deciden la elección: Este segmento de ciudadanos se las volvió hacer a los encuestadores, a los operadores electorales de los partidos y a los promotores de las guerra sucias. Ocultan su voto hasta en las encuestas de salida o se deciden de último momento en las urnas. Es un electorado sofisticado, predominantemente urbano, vota de manera diferenciada (para gobernador por un partido, para alcalde por otro y para diputados por otras opciones) y se “deja querer” por todas las opciones. No vota por partidos ni por ideologías ni por programas de gobierno. Vota por causas, intereses y compromisos muy concretos y muy de su entorno inmediato. Desde quién me garantiza el agua potable y el alumbrado público, hasta quién puede resolver el problema de la inseguridad, la educación o el empleo. No lo mueven razones, sino emociones. Asiste a las urnas con una sola motivación: premiar o castigar a un candidato, a un partido, a un gobierno… o a los tres juntos. Representan entre 10 y 20 por ciento de una elección. Son el fiel de la balanza en competencias cerradas.
4. La cohesión premia, la fractura castiga: Ángel Aguirre sumó tres adhesiones en el camino. La de los perredistas históricos de Guerrero; las de los convergentes, que son una fuerza emergente real en el estado; y la de los panistas de Taxco-Acapulco, que lograron endosar al final al menos 5 puntos al candidato de la alianza triunfadora. Sin embargo, el impulso inicial de esta alianza provino del senador y presidente de Convergencia, Luis Walton. Después de sumar en torno a su precandidatura a las principales corrientes de PRD, PT y Convergencia, impulsó desde la izquierda la precandidatura de Ángel Heladio Aguirre, convencido de que se necesitaba de un sector del PRI para ganar la gubernatura. El cálculo de Walton, la pericia de Manuel Camacho y la determinación de Marcelo Ebrard fueron definitivas en esta elección. Apenas dos años atrás, la izquierda se había fracturado entre PRD y Convergencia, sufriendo un serio revés en las elecciones municipales y abonando el regreso del PRI. Hoy la fractura en la casa de enfrente y la unidad en la casa propia hicieron la diferencia. La lección se aprendió rápido.
5. El peso del PRI, 42 por ciento: Con contadas excepciones, el desempeño del PRI está medido, acotado y topado en una cifra, 42%. Puede cohesionar su voto duro, puede hace la mejor campaña publicitaria, puede rebasar dos, tres y cuatro veces los topes de campaña, puede movilizar a todos sus gobernadores y presupuestos a una elección y la cifra parece estática, 42%. Fue el porcentaje de Eviel Pérez Magaña en Oaxaca y no ganó, fue también la meta de Jesús Vizcarra en Sinaloa y tampoco ganó, fue la cifra de López Zavala en Puebla y de Manuel Añorve en Guerrero, y ambos perdieron. Es la preferencia electoral que desde hace tres años reporta el binomio Peña Nieto-PRI en las encuestas por la carrera presidencial de 2012. Ciertamente, ningún otro partido y candidato, por sí solos, pueden presumir este piso electoral, pero es un piso que también es un techo. Es decir, insuficiente para ganar en una elección polarizada, a dos.
6. La imbecilidad de la imbatibilidad: alguien en el PRI vendió la idea del “partido invencible”, del “regreso inevitable”, del “ya ganamos el 2012”. Esta idea es un resabio de la cultura del carro completo y muestra lo poco que ha cambiado el priismo histórico. Por ello, cuando pierden sus candidatos, nadie asume la maternidad. En cambio, cuando ganan, le sobran padres a la criatura. La idea de la imbatibilidad del PRI o de cualquier otro partido, de Peña Nieto o de cualquier otro aspirante, es una imbecilidad. Es decir, “un alelamiento, escasez de razón, perturbación del sentido”, ilusión óptica o miopía electoral. Esta es, tal vez, la lección más importante de Guerrero.
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